Artista: Magdalena Jitrik
Dónde: Universidad Torcuato Di Tella / UTDT
Título: El Fin, el Principio.
Fechas: 18 de octubre al 8 de noviembre 2013
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Texto
El Árbol de cuadros de Magdalena Jitrik
Empujada por la euforia política, en 2003, en el contexto de un festival en una fábrica recuperada, Jitrik saca por primera vez sus cuadros del taller para colgarlos de las ramas de un árbol, en una plaza.
Tanto el tratamiento disfuncional del cuadro como objeto portátil expuesto a la intemperie, como la postulación de la pintura como una proclama política encriptada, auguraban una situación de umbral: ahí, colgada a la vista de cualquiera, movida por el viento, sin autor ni dueño, la pintura se reconectaba con la historia de la propaganda y parecía encontrar una nueva potencia como máquina de proyección política.
Esa apuesta de montaje fue reconocida por la artista como un acto fundacional, a partir del cual siguió sacando los cuadros del taller y experimentando con una serie de acciones (bautizadas por Jitrik como Cuadro turista) que consisten en llevar los cuadros de viaje, buscando “lugares que no le corresponden a la pintura”, como dice la autora. En esos viajes, de todas las pruebas realizadas, el árbol fue el cuerpo que más vibró en conjunción con los cuadros, y con el cual más se experimentó.
Entre árbol y cuadros el extrañamiento es recíproco – porque ¿qué habría más lejano a una pintura geométricaqueun caldén? – pero a la vez el encuentro nos trae inmediatamente a la memoria imágenes de altares populares al borde de la ruta, de celebraciones y exorcismos. A pesar de la hipotética distancia entre pintura abstracta y naturaleza, lo que vuelve a este encuentro la ocasión de tantas ideas y sensaciones, es ese denominador común entre modernismo y folklorismo, esa fuerza siempre soterrada, casi secreta, que es la pintura como instrumento de creencia.
El magnetismo de la obra radica entonces en su capacidad para reconectar la historia de la abstracción con un origen posible en una situación de culto, que estaría reprimida, desde Malevitch en adelante.
Edificada a partir de ramas muertas de distintas especies, desterrada en la arquitectura de la sala de exposiciones, esta escultura se eleva a partir de una voluntad loca por transitar el proceso de reconstrucción de lo natural como un aprendizaje de la materia, y por trabajar con ruinas y restos como si se tratasen de un nuevo principio.
Inés Katzenstein