Artistas: Bruno Dubner, Alejo Hoijman, Gabriela Schevach, Alfredo Srur, Cecilia Szalkowicz y Gastón Pérsico
Curador:Ariel Authier
Dónde: dacil
Título: Re-make/Re-model
Fechas: 16 de julio al 29 de agosto 2014
Galería de imágenes, texto y links
Texto
Las imágenes se presentan como superficies cuyo sentido puede intentar descifrarse con la visión. Son esas formas de ver que las constituyen en objetos deseables, exquisitos, imaginarios. La imagen captura, hechiza y obsesiona al ojo para sumergirlo en su propio universo.
Fue a mediados del siglo XIX con la aparición de la fotografía, ese medio técnico de reproducción hijo dilecto de la revolución industrial, que la relación del ojo con el mundo sufre tal vez su crisis más abrupta. Ese fetiche perfecto de lo real inundó al mundo de imágenes técnicas, producidas con cámaras, lentes y películas, artefactos que metonímicamente intentaron reproducir el acto de mirar.
Casi doscientos años más tarde, se podría decir que su diseminación es absoluta: no sólo vemos fotográficamente, sino que pensamos fotográficamente. Nuestra relación con los objetos y las personas son fotográficas. Somos los dobles de nuestras propias imágenes.
En ese espacio mimético, repleto de esfinges sin enigmas es donde se mueven los artistas reunidos en Re-make/Re-model. Se apropian de él, lo experimentan con su propio cuerpo, lo ensayan, lo prueban, lo examinan, lo copian, lo simulan. Intentan deshacer el programa (el propio y el de la cámara), para (re-)inventar su medio, como queriendo proyectar otro lenguaje para hablar con y a través de las imágenes.
Son las imágenes las que hablan sobre imágenes, como en los experimentos que nos propone Bruno Dubner. Cuatro registros que, aunque en apariencia visualmente disímiles, todos y cada uno de ellos remiten a lo más programático en el discurso fotográfico: desde el automatismo azaroso de la huella – ese índice perfecto de que algo existió, esa pisada de lo Real-, hasta la presencia fantasmática del hacedor (in)consiciente de la imagen, su cuerpo, sus movimientos, sus miradas, sus impresiones. Y todo, siempre, filtrado por el líquido, ese elemento oculto y a la vez fundamental en la existencia de esas extrañas superficies de papel que convenimos llamar fotografías.
Porque, qué fue/es/será la fotografía? Es esa pregunta la que sobrevuela permanentemente en el video de Gabriela Schevach. Imagen, invisibilidad y visión intenta hacer hablar a las cámaras, esas cajas negras tecnológicas, que mientras nos observan silenciosamente nos hacen creer que ocultan un secreto del pasado que habla del futuro. Voces, manos y cámaras se entremezclan en un diálogo lleno de conflictos, dudas y fascinaciones. Bajo qué extraña alucinación estamos aún sometidos que seguimos viendo, produciendo y precisando imágenes? Para quién, contra quién?
En un mundo cada vez más repleto de cámaras, que pretenden ver todo para que nadie lo mire, Me siento con suerte de Cecilia Szalkowicz y Gastón Pérsico propone un dilema analógico: generar fácticamente imágenes con una imagen. Una postal de una publicidad de un perfume (hay algo más pura y solamente imaginario que la publicidad de un perfume?) es sometida al buscador de imágenes de Google para que genere, rastree y se asocie con sus semejantes. El resultado final de esa edición automática, es transferido a un libro, proponiendo otra lectura, otra pausa, otra permanencia. Una colección de espejos que sólo intentan reflejarse a sí mismos.
Una especie de delirio de coleccionista es lo que llevó a Alfredo Srur a recuperar la obra de un fotógrafo fundamental que navegó entre el siglo XIX y el XX: el norteamericano H. G. Olds. Olds, establecido como fotógrafo comercial en Buenos Aires en 1900, se dedicó a tomas de vistas, tipos y costumbres locales (monumentos, plazas, vendedores ambulantes) que terminaban en formato de postal o en artículo de revista ilustrada. Es en uno de esos artículos donde fue publicada 369. HABITACIÓN PARTICULAR EN LA QUEMA DE BASURA/BUENOS AIRES S.A., un documento único de lo que hoy llamamos la villa 1-11-14. Srur, que como fotógrafo conoce como pocos esos márgenes socio-espaciales de nuestra contemporaneidad, convirtió a esa imagen en una obsesión. Cual fetichista empecinado, no paró hasta dar no sólo con una copia hecha por contacto original, sino con el negativo en placa de vidrio que le dió origen. Se convirtió en el mayor coleccionista de la obra de Olds, su conservador. Realizó finalmente, un siglo después de ser tomada, lo que tal vez sea la primer ampliación de esa fotografía. Le da cuerpo a su fetiche, entra en diálogo con Olds, lo homenajea y se lo apropia. Quiere calzarse sus zapatos, convertise en él, en la imagen que tiene de ese otro, en su sombra, en su Doppelgänger.
La obra de Alejo Hoijman nos enfrenta a otra suerte de juego de interpretaciones sobre la representación. Situaciones que no vemos, a las que no tenemos acceso, en una película donde vemos a otra persona ver y contarnos algo que sucede fuera de nuestro campo visual (otra película, tal vez?). Esa posibilidad intrínseca del cine, que con en ese montaje de fotografías y sonidos, documenta y ficcionaliza ese más allá. Jugando en esos límites, mezclando puntos de vista, pantallas, proyecciones y escenarios en un retrato de una mirada que finalmente no es otra que la nuestra, que deambula entre perdida y atrapada por esas ventanas de luces y sombras.
Y mientras tanto, una vez más, quedamos atrapados mirando, rehaciendo y remodelando nuestro mundo a través de las imágenes. Tan lejos y tan cerca de la caverna.
Ariel Authier, julio 2014
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