Artista: Facundo Pires
Título: Temblor esencial
Dónde: Urgente
Fechas: 24 de octubre al 15 de noviembre 2014
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Texto
Una cámara en todas sus presentaciones –Nikon D4s o Samsung Galaxy s5– es esencialmente una app de permanencia, una suerte de interfase entre el temblor corporal y la vorágine mental que acompaña a los humanos y el mundo perceptible. Son como maquiladoras portátiles de memorias artificiales creadas a partir de momentos que no recordamos pero sabemos que existieron porque ahora son una imagen y las podemos apreciar con nuestros geniales globos oculares.
Es casi tierno leer los títulos en las tapas de los manuales de fotografía amateur de épocas pre-digitales. Son graciosos con sus promesas de conocimiento hyper-abarcativo: “Fotos, cómo tomarlas”, “Manual de la fotografía moderna” o simplemente “Toda la fotografía”; pero además no demuestran ni un asomo de conocimiento de lo que vendrá. Si es verdad que ya admiten una multiplicidad de “fotografías” [la moderna, la de color, la amateur y la creativa], la mayoría de estos instructivos basan sus reglas en el cánon de la fotografía comercial: las chicas sonrientes son tan importantes como una buena iluminación. Y aunque las chicas siguen sonriendo, la fotografía es hoy el medio más agresivamente ubicuo y ha alcanzado una diversidad comparable únicamente con la de los gadgets con cámara y sus usuarios.
La legibilidad de la fotografía comercial es quizá la más invasiva y propagada de sus características. Hasta en las imágenes periodísticas necesitamos saber qué es el sicario y qué es la materia gris, y esto persiste en los retratos familiares y en la foto de microorganismos. Hoy podría decirse que además de la legibilidad es la inmediatez la que dicta la calidad de una imagen: sean las ruinas de Palestina, los adorables tardígrados o un vaso de Starbucks en Instagram, ahora mismo es infinitamente mejor que pasado-mañana.
La fotografía de arte es usualmente la encargada de explorar los caminos alternativos de la obtención de imágenes. Si la legibilidad y la inmediatez no son del todo recurrentes, la preocupación por los procesos del soporte, la composición y la repetición casi nunca le fallan. La foto de moda por su parte se ocupa de documentar el matrimonio entre sexismo y commodities con gran maestría y obsesiva repetición de estereotipos; mientras la foto periodística –que cierra la tríada de la profesionalización fotográfica– se dedica a erotizar la violencia en imágenes que despierten temporales nodos de conciencia humana.
Al final, el libro “Toda la fotografía” podría tener sólo tres palabras impresas en él: luz, tiempo y casualidad. Los tres ingredientes del caldo primigenio del que emergen los Testinos, los Gurskys y los soldados anónimos de Reuters; los fotógrafos científicos, los de fiestas y los instagrammers del mundo. Básicamente éso: el fenómeno físico de la luz, impreso en sensores vía fracciones de tiempo y la casualidad de que haya algo digno de documentarse. O sea, lo que dicen los manuales, pasado por el reloj de arena y con la bendición de la moneda.
Gaby Cepeda
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