Marcelo Pombo, un artista del pueblo.

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Artista: Marcelo Pombo
Título:  Marcelo Pombo, un artista del pueblo
Curadora: Inés Katzenstein
Dónde: Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat
Fechas: 28 de mayo al 16 de agosto 2015

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Texto, galería de imágenes y links

Marcelo Pombo, un artista del pueblo
Inés Katzenstein
Fragmento del texto curatorial del catálogo

En la obra de Marcelo Pombo funciona, primero, la seducción; la sorpresa de una visualidad fulgurante. Pero, a la vez, aparece siempre una dificultad, una paradoja; pensándolo bien, allí nada es enteramente lo que parece. Aquí, como ejemplos, tres movimientos fundamentales en la obra de este artista: durante casi una década, Pombo adoptó la misión de “resacralizar el arte”, pero la puso en práctica usando códigos bajos, de las llamadas artes menores; cuando emprendió procedimientos de apropiación típicos del arte conceptual, lo hizo confundiéndolos, rebajándolos a través de procedimientos artesanales y decorativos; cada vez que se entregó a la imaginería de los desdichados, fue para instaurar una nueva y provocativa imagen de lo precioso y hasta de lo feliz. Por esto mismo, entonces, por toda esta deliberada complejidad puesta en funcionamiento en sus decisiones artísticas más relevantes, su obra es tan difícil de categorizar; ha generado malentendidos una y otra vez y ha quedado asociada a una suerte de nuevo esteticismo cuando en realidad encarna, como veremos, lo contrario al ensimismamiento, y por esto mismo, no podemos pensar a Pombo por fuera de una discusión eminentemente política.1

Veremos cómo, en primer lugar, las paradojas en Pombo son en sí mismas máquinas críticas; fuerzas que actúan para sacudir los clichés hacia un lado y hacia el otro. Lo bello gestará monstruosidades, lo barroco será discreto, lo político será confuso y caprichoso, la sofisticación se fundirá con la candidez. Todo se encuentra en una situación de fricción, lo cual tiende a frustrar las percepciones facilistas. “Si uno usa la vieja acepción de la palabra ‘perversión’, darle a algo un fin distinto del normal, uno podría decir que la obra de Marcelo es perversa”, sostiene el curador y artista Jorge Gumier Maier, gran conocedor de la producción de este artista.
Eso es, creo, lo que pasa con muchos de sus elementos: tienen originalmente un destino distinto al que él les da. ¿Te muestra algo lindo o feo? ¿Algo seductor o vomitivo? Marcelo es capaz de descubrir en lo abyecto algo casi sacro y en lo estéticamente irrecuperable algo encantador. Sus cuadros más abstractos y mainstream terminan siendo siempre otra cosa. Lo decorativo entra en una hipérbole que lo transforma en lo contrario, como en las cajitas de Cepita: algunas tienen apenas unos flequitos –los elementos decorativos son demasiado escasos–, y en otras son demasiado excesivos. Esa elasticidad de los márgenes es la gran provocación de Pombo, además de cómo trastoca las jerarquías, como cuando ostenta de idéntica manera una caja común y corriente de Bayaspirinas y una de perfume francés. Creo que su punto es provocar la incomodidad del espectador.2

1 No solamente la seducción de la obra y su relación con lo ornamental desataron esos malentendidos. También Pombo se ocupó de sembrar la confusión desde el discurso, cuando señaló que lo único que le interesaba era lo que se encontraba en el metro cuadrado alrededor de él.
2 Jorge Gumier Maier, entrevista con la autora, Tigre, diciembre de 2014.

Galería de imágenes

Links:
Marcelo Pombo
Colección Fortabat

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