Artistas: Alfredo Londaibere
Título: Pinturas y collages
Dónde: Galería Nora Fisch
Fechas: 7 de julio al 7 de agosto 2015
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Los gestos suelen quedar atrapados en el discurrir del tiempo. Involuntarios o teatrales, contenidos o suntosos, frágiles o caprichosos, son esas acciones de un cuerpo que se sabe es apariencia. La pintura puede ser una historia posible de esos gestos atrapados, de esos movimientos contenidos, esas fisicalidades (des)atadas. Las obras de Alfredo Londaibere abundan en ellos. Sus pinturas y sus collages invitan a la recuperación de esa situación, de ese encuentro huidizo entre el ojo, la mano y la tela o el papel impreso. Son una crónica del goce estético y del placer visual: sus recortes y sus pinceladas incitan a sumergirse en un universo donde las tensiones entre las imágenes y las formas sobre todo y antes que nada, conducen al disfrute.
Víctimas de esos disfrutes, los trabajos de Londaibere comenzaron mostrarse durante la década de los ochenta en bares y discotecas, esos lugares en donde el imperio de los sentidos buscaba otro estado de las cosas. En los primeros años noventa se trasladan de las paredes de Bolivia o Cemento para comenzar a formar parte del grupo de artistas vinculados a la galería de artes visuales del Centro Cultural Ricardo Rojas, espacio del cual fue curador entre 1996 y 2002 y donde continúa hoy siendo docente. Allí, entre artistas que privilegiaron lo sensorial y que buscaban recuperar el aliento sagrado del arte frente a ciertas extrañas formas de conceptualismos y sencillismos de la época, se asentó el recorrido de su acto pictórico.
Veinte años más tarde, las pinturas de Londaibere perseveran en ese camino, esta vez a través de la exuberancia. Comprimidos en la elección del “tema/género”: las flores, el ramo, el jarrón, la “naturaleza muerta”, las obras explotan en tamaños, recursos pictóricos y capas. Una infinitud de colores saturados que parecen codificar sensaciones mientras se derriten en el camino entre lo líquido y lo sólido, entre la abstracción y la figuración, entre lo informal y lo geométrico. En el medio de infinitas formas que se pueden presentar como arbitrarias y ordenadas al mismo tiempo, Londaibere rescata desde la mancha, recorta desde el fondo. Sus acrílicos son orgánicos y sin título. Juntan el informalismo, el pop y la pincelada oriental.
Porque así como lo pictórico recorre toda la obra de Londaibere, el collage la atraviesa permanentemente. Sus pinturas son collages y sus collages son también pinturas. El movimiento de la pincelada se traslada al dibujar de una tijera y la verticalidad física de la pintura se convierte en horizontalidad ocular en la tabla de disecciones del collage. Pero es en estos collages, desarrollados entre finales de la década del 90 y mediados de los 2000, en donde la superposición de la figura con el fondo, esa tensión, se transforma en una especie de baile, de pliegue con forma de haiku. Las chicas “Mattiseanas” engalanadas en sus joyas de catálogo de Sotheby’s que se revuelcan en sus sofás y muebles blanco, negro y gris, los torsos masculinos que se disuelven en la frondosidad del technicolor del bosque, todo esto en medio de páginas impresas que buscan replegarse sobre sobre sí mismas, sobre su propio e incesante placer visual.
El ojo que recorta y la mano que baila, gestos frágiles que esconden entre sus miles de pliegues, enormes superficies de placer y experimentos sobre la felicidad.
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