Artista: Jorge Gumier Maier
Título: Ser germano, retrato de mi madre y otros dibujos de 1978
Curador: Sebastián Desbats
Dónde: Mite Galería
Fechas: 24 de julio 18 de setiembre 2015
Galería de imágenes, texto y links
Texto
Jorge:
Los dibujos fueron hechos en pleno fervor mundialista de la dictadura (el mundial de fútbol de 1978 se realizaría en Argentina, y la dictadura desplegó en torno a él toda una campaña sobre el orgullo de ser argentino, el haber logrado la “pacificacion” del país, y la necesidad de demostrar que los argentinos estábamos todos unidos y encolumnados detras de la gesta patria. Aqui se nos machacaba que las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos que tenían eco sobre todo en los países socialdemocratas de europa eran parte de una “campaña antiargentina”, enhebrada por la subversión internacional, mientras que la información sobre lo que realmente ocurría era imposible de divulgar, aunque algunos tuviésemos información de todo lo que sucedía.
Desde el año 1975, previo al golpe, yo había estado mudado de domicilio y trabajo, dado el clima represivo desatado. Y desde algunos años previos, yo había dejado de dibujar y pintar, al sumergirme full time en la militantancia política. Pero en 1978 una enfermedad me obligó a permanecer en cama y solo tenia una radio para toda distracción, así que, en ese clima opresivo y angustiante fue que compulsivamente retome la practica del dibujo en pequeños papeles y con materiales básicos, lo único que podía hacer desde una cama. Muchos se perdieron en mudanzas posteriores, pero algunos sobrevivieron ocultos en sobres de papel de periódicos, y por alguna razón casi nunca los revisé en las décadas que siguieron.
Sebastián:
En abril de 2014 comencé a trabajar como asistente en el taller de Jorge Gumier Maier, recomendado por un amigo.
Yo no sabía en ese entonces como eran las obras de Jorge, pero acepte el trabajo de madera calada, que ahora confieso, nunca había hecho antes. Sin embargo, conocía su trabajo como curador en el Centro Cultural Ricardo Rojas, pero no era consciente de que ese espacio había marcado la historia de muchos artistas argentinos, -que para mí, ya eran famosísimos-, y la historia del arte argentino de los 90. Dentro de las actividades que realizábamos en el taller, una era charlar y ponerse al día de quién estaba haciendo tal cosa, y quien había hecho algo que no nos gustaba. Yo entendí esas charlas como un modus operandi para luego ponerse a laburar. Creo que entendíamos el trabajo casi de la misma manera que entendíamos la vida. Criticábamos a los mismos y también queríamos a los mismos.
Un día, organizando carpetas de diarios con dibujos, encontré una serie de caras que despertó en mí una enorme alegría de exhibirlas. Se lo comente a Jorge y las separamos. Seguimos ocupados en nuestras tareas, yo como asistente y estudiante de la UNA ( ex IUNA), y él como artista/maestro/isleño y, como él se definía, ex curador. No le dije que para mí esos dibujos de 1978 era lo mejor que había hecho en toda su carrera de artista. Pensamiento exagerado y bastante gracioso como todo lo que nos rodeaba. Afrontamos momentos difíciles también, como cuando hubo que hacer mucha obra con fecha de entrega y nos estresamos, o cuando se inundó el taller después de una tormenta de verano y nunca entendíamos si habíamos destapado las cañerías del techo o no, o cuando no enganchaba bien la antena de la tele en la novela de las 14. Nos habíamos hecho amigos. Y esa relación nos ponía contentos para seguir haciendo proyectos sin la necesidad del trabajo remunerado.
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