Artista: Ayelén Coccoz
Dónde: La Ira de Dios
Título: Still
Fechas: 16 de septiembre al 17 de octubre 2015
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BAILE DE MÁSCARAS
Antonietta
Virginia Elisabetta Luisa Carlotta Antonietta Teresa Maria Oldoïni, la Condesa de Castiglione, se convirtió en una sensación ni bien apareció en la escena social parisina en 1855, donde llegó de su Florencia natal, para conseguir secretamente y «de la manera que ella prefiera», el apoyo de Napoleón III para la causa de la unidad italiana. En pocos meses, la escultural belleza no sólo era la amante de Napoleón III, sino una celebrity imprescindible en los ornamentales bailes del Segundo Imperio. El escudo fundamental de “la Castiglione” fue, desde sus comienzos, la fotografía: en colaboración con el fotógrafo Pierre-Louis Pierson se reinventó durante años en más de 400 imágenes que enviaba a conocidos y admiradores. Sea posando como la “Reina de los Corazones”, como monja de clausura, como emperatriz egipcia, diosa romana, Medea, o simplemente como “la divina Condesa”, Oldoïni fue tal vez la primera en entender a la perfección las posibilidades del enmascaramiento fotográfico. Nadie nunca accedió a la “verdadera” Virginia o Elisabetta o Luisa o Carlotta o Antonietta o Teresa o Maria, todas eran máscaras/disfraces. Ni siquiera después de la caída del Segundo Imperio en 1870, cuando se encerró en su departamento de la Place Vendôme, hizo decorar las habitaciones en negro profundo, las persianas se mantenían cerradas, los espejos estaban prohibidos y ella sólo se aventuraba a salir de noche, envuelta en velos.
Carlotta
El velo tapa y deja ver a la vez. Transparenta, un poco. Oculta y obliga a mirar, fetichiza. Un velo (se) transpira. En Turín se transforma en un sudario y se transmuta en imagen. La imagen como un objeto de deseo, el deseo de una significación que se sabe ausente.
Elisabetta
El procedimiento de Ayelen Coccoz en STILL es, aún disfrazado, ontológicamente fotográfico: realiza sus bajo relieves a través de “negativos” de los cuales obtiene “copias” que funcionan como huellas invertidas y suspendidas de aquellas telas que supuestamente las originaron. La cera, tan frágil como el celuloide, es la encargada de sostener en esta ocasión el espejismo.
Luisa
La fotografía, como la escultura, congela. Arranca una porción del espacio-tiempo de su progresivo devenir para insertar a las situaciones y a las cosas en un limbo propio, convertirtiéndolas en presencia pura. Separadas, quietas, mudas, en un todavía permanente.
Maria
Cómo la película fotográfica, las obras de Coccoz responden a la luz. Según de donde provenga el impulso lumínico, cambian sus formas, sus acentuaciones, sus memorias. En esos moldes todo se pliega, se despliega y se repliega frente a la mirada que sólo logra atinar a comprobar mediante un posible tacto que se enfrenta a algo más que a una ilusión. Como si la mano quisiera correr ese velo al que se enfrentan los ojos. Pero, una vez más, las apariencias triunfan, debajo de la máscara, no hay nada más que otra máscara.
Teresa
En el sueño dentro del sueño blanco y negro de STILL los materiales se transforman, las formas giran sobre sí, escapan a la mirada, se sumergen en su propia corporeidad, en su propio espacio. Esas pinturas que, mediante la fotografía, se convirtieron en esculturas hacen de cuenta que sólo se miran a sí mismas, absorbidas por su propia mirada en el espejo, en su propio teatro de miradas espejadas.
Virginia
A través de las ventanas cerradas del baile en la Place Vendôme se sigue escuchando: “Denle una máscara a la pintura y les dirá la verdad”
Ariel Authier
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