Artista: Alexis Minkiewicz
Título: Resero va
Dónde: Sala 6, Centro Cultural Recoleta
Fechas: 10 de mayo al 12 de junio 2016
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Textos
Cuando la Civilización es Barbarie
La expresión «navegar contra la corriente» -una suerte de metáfora literalizada señalada para designar la voluntad de manifestar cierta resistencia al consenso dominante- puede encontrar un equivalente aproximado en la imagen de «Pasar el cepillo a contrapelo». En el célebre uso de corte benjaminiano, el lomo de la historia solo muestra el lustre de quienes sobre él van a sus anchas -reyes, héroes, generales triunfantes- ante lo cual el cambio en la dirección de la cepillada tal vez sea lo único que pueda hacerse para dar testimonio de aquello silenciado, es decir, para mantener la memoria de las víctimas, aquellos cuya participación en la historia consiste en haber sido aplastados por su vientre.
De ahí que «Resero Va» no trate necesariamente ni del ganado, ni de la faena. Las alusiones al acarreo, a la carne y la sangre -tropos tradicionales del sacrificio y el martirio- se vuelven en esta ocasión una inquietante tematización acerca del fundamento de la vida social: Cómo se puede mandar a algo/alguien al matadero? Qué puede crecer sobre un terreno regado con los fluidos vitales de aquellos a quienes se ha despostado? En verdad, el bárbaro no es aquel ajeno a la civilización, sino quien la hace posible…
En ese sentido, si «Resero Va» propone cierto homenaje al monumento «Gaucho Resero» -escultura en bronce realizada por Emilio Jacinto Sarguinet, y encargada en 1929 por el entonces Intendente de la Ciudad para ser emplazada en la zona del Matadero del Norte (de eso se trataba, en definitiva, buena parte del actual barrio de Recoleta)- este homenaje constituye otro modo de señalar esas mismas tensiones constitutivas. La ambigüedad de la figura del gaucho -marginal convertido en monumento, recuperación mítica de salvaje domesticado- reconduce la cuestión de la violencia fundacional hacia los usos políticos del pasado ¿Podría haber sido aquel Gaucho Resero -ya trasladada al barrio de Mataderos- la versión vernácula, periférica, descentrada, de «El Angel de la Historia» de algún ensayista cuya reflexión haya sido capaz de captar la tragedia en ciernes? No nos consta. En cambio, podemos sospechar de la analogía que presenta el título elegido por Alexis Minkiewicz para la exposición de estos trabajos, donde a la referencia folklórica al injusto reparto en lo que hace a la propiedad de las vacas y de las penas, se le agrega el peso de la pregunta por la permanencia -si no el retorno- de las formas orgánicas en un mundo donde impera la fabricación artificial de la naturaleza, y también de la vida social como producción de material de descarte, aún cuando se la disfrace con palabras como «recuperación» o «puesta en valor» (de ahí que, junto con ramas, cera y vendas sea posible encontrarse con caños cloacales provenientes del espacio donde se produjeron las obras).
De todo ello no puede emerger sino desmesura, cual caso de una inflamación post-traumática cuya magnitud resulta de una subestimación inicial. A contrapelo de las estéticas «net» o la solemnidad «minimal» características de cierto énfasis contemporáneo en «el concepto», al hacer foco sobre las vicisitudes del cuerpo y la materia en sus aspectos más inquietantes -la inhumanidad de lo humano, la omnipresencia de lo abyecto, las regulaciones del contacto, la finitud, etc.- el conjunto de obras que conforman «Resero Va» constituyen, tal vez a pesar de sí mismas, una especie de disolución de la poética en clave de biopolítica.
Javier Pelacoff
Resero Va
El trabajo de Alexis Minkiewicz se adivina grupal y, aunque algunos allegados sabemos que es un trabajo explorado en soledad, el espectador atestigua un hecho colectivo. “Resero va” es una obra que se yergue monstruosa, entre osamentas sanguinolentas y herramientas humanas olvidadas, indivisibles, revolcadas en la grasa de lo comunitario; aditivo terrorífico en esta construcción que parece inacabada, cruda, inquietante… ¿acaso los dinosaurios se están reconstruyendo de nuevo, con lo peor que aportamos como especie dominante y dominada? Este adefesio Jorodowskiano, como toda tragedia mayúscula, no sólo necesita de muchos partícipes; sino también es menester una concatenación de errores imposibles de frenar. De todos los pecados humanos, la inconsciencia social de la muerte que nos rodea -y salpica- es patente, y se la puede adivinar entre los pedazos de jamón crudo, prosciutto o charque que la conforman; así también los cascos sumidos en un eterno beso imposible, la cruz de hierro que se cubifica ad-aeternum, los dos cinturones de castidad que unen, la grasa mineral y la cera de abejas -que, como las vacas son obligadas a alimentarnos y proveernos- son parte de un inventario de paradojas propias de las castas obreras -y zoológicas- subordinadas, base de la pirámide jerárquica, cuyas manos -y vidas, y muertes- construyeron el infierno concreto que habitamos hoy.
1825 “…Durante mi breve estada en Buenos Aires vivía en una casa de las afueras, situada frente al cementerio inglés y muy cerca del matadero. Este lugar era de 4 o 5 acres, y completamente desplayado; en un extremo había un gran corral de palo a pique, dividido em muchos bretes cada uno, con su tranquera correspondiente. Los bretes estaban siempre llenos de ganado para la matanza. Varias veces tuve ocasión de cabalgar y era curioso ver sus diferentes aspectos. Si pasaba de día o de tarde, no se veía ser humano; el ganado con el barro al garrón y sin nada que comer, estaba parado al sol, en ocasiones mugiédose más bien bramando. Todo el suelo estaba cubierto de grandes gaviotas blancas, algunas picoteando, famélicas, los manchones de sangre que rodeaban, mientras otras se paraban en las puntas de los dedos y aleteaban, a guisa de aperitivo. Cada manchón indicaba el lugar donde había muero un novillo; era todo lo que restaba de su historia, y los lechones y gaviotas los consumían rápidamente. Por la mañana temprano no se veía sangra; numerosos caballos con lazos atados al recado estaban parados en grupos, al parecer dormidos; los matarifes se sentaban o acostaban en el suelo junto a los postes del corral, y fumaban cigarros, mientras el ganado, sin metáfora, esperaba que llegase la última hora de su existencia;; pues así que tocaba el reloj de la recoleta, todos los hombres saltaban a caballo, las tranqueras de todos los bretes se abrían, y en muy pocos segundos, se producía una escena de confusión aparente, imposible de describir. Cada uno tenía un novillo chúcaro en la punta del lazo; algunos de estos animales huían de los caballos y otros se atropellaban; muchos bramaban, algunos eran desjarretados y corrían con los muñones, mientras en ocasiones alguno cortaba el lazo. A menudo el caballo rodaba y caía sobre el jinete y el novillo intentaba recobrar su libertad, hasta que jinetes en toda la furia lo pialaban y volteaban de manrea que, al parecer, podía quebrar todos los huesos del cuerpo. Estuve más de una vez en medio de esa escena salvaje y algunas veces, realmente, me ví obligada a salvar, galopando, mi vida, sin saber con exactitud adonde ir, pues con frecuencia me encontraba entre Scylla y Cairbdía. Estaba no solamente frente al cementerio inglés sino en el camino a la Recoleta, gran necrópolis de la ciudad; media docena de entierros pasaban diariamente ante mi ventana, y en pocos días que estuve en Buenos Aires casi no fui a la ciudad a caballo sin topar con alguno…” (Head 1920:38-40) Head F.B. (1920):Las Pampas y los Andes. Notas de viaje. Ed. Administración General Vaccaro. Buenos Aires. Head F.B. (1986) Las Pampas y los Andes. Ed. Hyspamaerica SA, Buenos Aires. Esta crónica impulso al artista a indagar en la génesis sanguinolenta de la Nación Argentina con esta instalación sin pretensiones, burda, artera y espantosamente bella.
Juan Tauil