Obra. Bruno Baptistelli, Pedro Caetano, Federico Cantini, Sofía Durrieu

Artistas: Bruno Baptistelli, Pedro Caetano, Federico Cantini, Sofía Durrieu
Título: Obra
Curador: Federico Baeza
Dónde: Pasto
Fechas: 30 de marzo al 6 de mayo de 2017

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OBRA parece un espacio ocupado, un escenario de solapamientos entre diversos usos e intereses. Un movimiento en falso podría hacer estallar en pedazos los acuerdos tácitos que lo sostienen. OBRA se ve arrastrada por la expansión de ese gastado lugar común que llamamos arte contemporáneo, territorio no exento de desequilibrios y movimientos entrópicos. En este clima, artistas procedentes de dos megalópolis latinoamericanas catastróficas, Federico Cantini y Sofía Durrieu de Buenos Aires, Bruno Baptistelli y Pedro Caetano de San Pablo, habitan de manera precaria este territorio.

Sobre el lustroso piso de la galería tendimos un par de rollos de cartón corrugado asidos con cintas de pintor. La típica escena de montaje. El ambiente se tranformó en una mezcla de lugar en construcción y tatami o áshram yogui. Bruno nos había mandado unos afiches que hizo con fotos que saca en sus merodeos urbanos. Los pegamos como se hace en la calle, con adhesivo directo al muro. Los empezó hacer en Sampa registrando, pero también reordenando, los despojos que encontraba. Aún sigue subiendo estas imágenes a un blog. Esta postal viene de NY, allí encontró su paradisíaco basural. Con cierta solemnidad lo tituló «Metal Et cetera», las planchas de metal fotografiadas combinan obra pública, plateado minimalismo y un eco de cierto concretismo vernáculo paulistano. Mientras tanto Sofía enhebraba cáscaras de banana secas con hilos dorados y su cuerpo absorbía el potasio. Con paciencia pasaba sus días armando una bandera oscura, un emblema desteñido que bien podría haber servido a un ejercito zombie. También trajo un monolito revestido con cerámicas rojas como las que se usan en las terrazas. La escultura piramidal tenía un agujero forrado con dorado a la hoja. Este ano áureo no permitía ver su final, invitaba a meter la mano y descubrir o escarbar en su interior.

Federico utilizó tubos de bronce puro para plegarlos y hacer dos aros gigantes. En la inauguración, Beto Romero se los puso, ensartó los filamentos de bronce en sus orejas y se mantuvo inmóvil sosteniéndolos. Los usaba sin dolor, mirando a la pared parecía envuelto en cierta concentración serena mientras lo demás bebían y bailaban. Los aros aparecieron como una evocación a unas argollas de una abuela rosarina, Federico en un momento pensó en el título “pesada herencia”, después se arrepintió. Con el dinero de los aros vendidos en la muestra se compró un pasaje y se fue a vivir a México dos semanas después. Pedro llegó con dos piezas de cerámica: una que condensaba emoji sonriente-halloween pumpkin-cenicero, la otra igual de alegre pero en versión pipa para fumar marihuana. Ambas practicables. Las hizo en una excursión a un taller de un alfarero-gurú en las afueras de SP una semana antes de viajar a BsAs. Una vez llegado pintó sus emojis risueños sobre dos pantallas plateadas, de las que se usan en fotografía para hacer rebotar la luz y atenuar las arrugas. Pedro nunca se despegó de su celular, sacaba fotos todo el tiempo. Una noche me dijo que él ya no recuerda, su única memoria es Instagram.

Durante la inauguración el piso forrado de cartón se fue deshaciendo en girones ritmados por la danza nocturna. Al día siguiente el ambiente se impregnaba de distendida resaca iluminada por el sol. Los despojos del encuentro se esparcían en la sala y en la vereda, la vidriera de la galería parecía haberse vuelto porosa.

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