Estar. Nani Lamarque, Laura Langer, Karina Peisajovich, Déborah Pruden, Nicolás Sarmiento, Ana Vogelfang

Artistas: Nani Lamarque, Laura Langer, Karina Peisajovich, Déborah Pruden, Nicolás Sarmiento, Ana Vogelfang
Título: Estar
Curaduría: Ana Vogelfang, Verónica Madanes
Dónde: Alto Refugio
Fechas: 18 de mayo al 18 junio de 2018


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Texto, galería de imágenes y links

Ser o Estar
Ornamento y Placer

Los ambientes de las casas toman su nombre de la función que albergan. En el comedor se come, el dormitorio fue concebido para dormir, en el baño se realizan las tareas de higiene, el pasillo sirve para pasar de una a otra habitación; y así, el léxico arquitectónico doméstico nos plantea un ejercicio existencialista: cuál es la función del estar? Es un espacio concebido para el ser? Para la contemplación? Es un espacio donde se nos permite procastinar todas las acciones y simplemente, sin ninguna obligatoriedad de ser funcionales a cualquier intención, estar.

Estar y no ser. Como si fuese una circunstancia, como si fuese un espacio que se adapta a formas mutantes y adopta distintas espacialidades de acuerdo a la coyuntura.

A fines de los años 50 en Londres, un grupo de jóvenes arquitectos, encabezados por Alison y Peter Smithson, cambia el eje de las preocupaciones habitacionales. Rechazan la idea Corbuseriana de la vivienda como una “máquina para vivir” y plantean la necesidad de una arquitectura receptiva que pudiera dar soporte a un renovado “arte de habitar”. Consideraban que la vivienda unifamiliar debía adecuarse a su emplazamiento, satisfacer los requisitos comunes de la vida y tener en cuenta las pautas de uso personales de sus habitantes. Sus planteos sentaron los cimientos del Nuevo Brutalismo y el movimiento Pop Art de los años sesenta.

Alto Refugio presenta una exposición inspirada en la reforma edilicia llevada a cabo por la familia que habitaba la casa. Una casa antigua, otrora chorizo, es transformada según la estética aspiracional de la clase media de La Paternal en los años 70. Se realizan intervenciones a la estructura original de acuerdo a las medidas estándarizadas del modulor de Le Corbusier. Los antiguos techos ornamentados de 5 metros de altura se tapan por un machimbre a 2,30 metros. Un baño completo es “ganado” a un patio. Se cubren los tablones de parquet de madera natural por el signo de la modernidad práctica: azulejos naranjas. En el jardín, metros cuadrados de pasto son reemplazados por metros cúbicos de agua contenidos en una piscina de fibra de vidrio. Donde una reja dividía pasto de las balosas de la vereda, se erige una fachada de ladrillos con portón. Y de esta forma, se establece un claro límite entre la vida pública y la privada. El estar entra en las dimensiones del misterio.

Durante los años siguientes, la clase media se relocaliza en Palermo y sus alrededores. La casa cambia así su destino: será iglesia evangélica y distribuidora de helados durante veinte años consecutivos. Sufre nuevas reformas y ampliaciones sin el rigor de lo habitable. El espacio doméstico, habitualmente asociado al género femenino, al trabajo invisible, al trabajo reproductivo; hoy abre sus puertas, se hace público. La casa se convierte en un refugio para obras que componen un ser por capas, fragmentos que conviven. El pasado se revela con intermitencia y los sonidos se distorsionan.

Ana Vogelfang, 2018

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