Artista: Jazmín Giordano
Título: La favorita
Dónde: Selvanegra
Fechas: 6 de octubre al 17 de novimebre de 2018
Textos, galería de imágenes y links
¿UNIVERSO JAZ?
Se puede decir que en la producción de Jazmín Giordano lo que se construye es un universo mujer (¿se puede decir?).
Tal vez no.
Empezando porque “universo” sería un término erróneo: seguramente lo que se construye en la producción de Giordano se puede pensar más bien con un concepto como el de Morin: multiverso (aunque también se podría decir “pluriverso”). Multiplicidad que se asocia por algunas contigüidades (metonímicas) y no como una totalidad (mucho menos cerrada sobre sí misma como un “universo”).
Desde el vamos.
Esa construcción no tiene fecha de terminación, no tiene tiempo de caducidad (salvo que su autora decida en algún momento y por razones que podrían ser totalmente contingentes, terminarla), incluso si una “obra” se termina en un momento, seguramente algo de ella (o sus restos) será encontrado y reciclado (restos materiales o conceptuales) en la siguiente.
Por otro lado.
La “obra” de Jazmín es fácilmente identificable.
Lo cual podría parecer contradictorio con lo que venía diciendo (postulando).
Sin embargo.
Lo identificable en su producción son algunos (varios y diversos) modos de hacer, varios (bastantes) tipos diferentes de huella, en suma, la diseminación de los lenguajes y los medios artísticos deviene en una especie de marca de autor (de autora) que se disemina en el momento mismo de reconocerse como tal.
(Se podría pensar el multiverso jazminiano producido por un equipo técnico con diversos expertises convocados para cada etapa y cada articulación de la producción. Lo que ocurre es que ese equipo técnico es ella misma (si se puede sostener la noción de “sí misma” en este caso –y en muchos, muchísimos otros pertenecientes a lo que se suele denominar arte contemporáneo.)
Tampoco se puede sostener que ese multiverso sea “mujer”.
No en un sentido estricto y convencional: porque lo que nos encontramos es un espacio (no sólo en sentido literal. Unos espacios sería tal vez más correcto) de diseminación de los arquetipos tradicionales de esa noción de “mujer” y de los lugares comunes que atraviesan la cultura “occidental y cristiana” en relación a ese pensamiento “mujer” para hacerlo recorrer espacios que no hubiera transitado y que definen una posición anómala y –a la vez– abierta y plural de esa espera: en Giordano no sólo la mujer sería mujer sino que las ovejas lo son y los tigres son tigras y el avestruz deviene mujer por el contacto (vuelvo a lo metonímico de su propuesta) con lo que lo (la) rodea y cada objeto que se suma multiplica las posibilidades de lo que sería o podría devenir “ser mujer” para transformarlas en un “estar mujer” sin que eso marque una fijeza de género sino lugares a ser ocupados.
Por otro lado.
Otro género atraviesa esa producción: la pintura.
Atraviesa desde una labilidad conceptual y material que no hubiera sido posible en tiempos en que la pintura era un discurso hegemónico (discurso de los límites genéricos y disciplinares).
La contemporaneidad nos ha dado la posibilidad de pensar la pintura desde su propia muerte (que habría acontecido unas cuantas veces, desde Hegel –aunque en Hegel era todo el arte el que estaba condenado a muerte– a las vanguardias sesentistas) para saber que (de algún modo) vuelve y que si no se acepta esa vuelta ocurre de todos modos como el “retorno de lo reprimido” freudiano.
En Jazmín Giordano la pintura vuelve (en los objetos, en los videos, en las imágenes digitales, en los seudo-dioramas que crea, en la pintura) sin culpa, desde un saber el anacronismo que la libera y la sitúa (espacial y metonímicamente, una vez más) en relación a lenguajes y técnicas que se considerarían “contemporáneas” generando una situación de lectura que resignifica a esas mismas prácticas desde la mirada de “zombie” de la pintura.
Jazmín Giordano plantea (según ella misma declara) significantes vinculados estrechamente a los sucesos (políticos, sociales, de género) contemporáneos a esa producción pero, creo (y esto sería una hipótesis de trabajo), a la vez (y como una especie de ensayo), la situación de esa misma producción en su contexto de emergencia.
Roberto Echen
Rosario, 13 de setiembre de 2018
Postura aeróbica en pespuntes ceniza de lo acontecido y el presente. Papel brillante de resurrección excesiva con evocación a la polimorfía en la obra de Jazmín Giordano
La favorita de Jazmín Giordano en la galería Selvanegra es como un petit bouquet de acelga transportado por una novia: raro, kitsch, y lleva a imaginar el después de la cocción: una tortilla, una tarta. Es un viaje en el tiempo donde el presente que se exhibe va hacia su futuro.
Como es bien sabido, la princesa Lady Di padecía bulimia. Víctima de la opresión de la Reina Isabel II, de su rol de mujer que debía dar un heredero, de la sangre azul en sí y casada con un hombre castrado por su madre que tenía una amante a la que amaba. Si Diana hubiera sido boxeadora como Alejandra Locomotora Oliveras, la realidad inglesa y la influencia sobre otras mujeres hubiera sido muy distinta.
El punto atrayente es que las mismas señoras de los 90´s que consumían las campañas gráficas de Gianni Versace (asesinado un mes y medio antes de la muerte de Lady Di en la puerta de su mansión en Ocean Drive, Miami) con las top models Claudia Schiffer y Naomi Campbell, entre otras, y que soñaban con ser Lady Di, ¿de verdad querían ser esposas del príncipe Carlos? ¿Por qué elegían la vida de una mujer sumisa que era valorada por pequeños actos de rebeldía? ¿No sería más rebelde alguien que directamente pasara de eso?
Locomotora Oliveras es pentacampeona mundial de boxeo, Lady Di era de familia aristocrática casada con un príncipe. Muchas mujeres aún hoy en el secreto solitario de sus vidas, sueñan de modo místico con un príncipe azul y no con entrenarse/extenuarse físicamente durante ocho horas diarias. Sueñan con ser jóvenes, delgadas, hermosas, ricas, amadas, pero no con lograr hacer mil abdominales sin cansarse o leer ochenta libros al año. Quieren que el afuera haga por ellas.
Esta deportista no se comporta como víctima. Bien dice en una entrevista que le hizo Flor Monfort en Las 12: “Son muchísimos años ininterrumpidos de gimnasia, a mí no me regalaron el cuerpo ni los cinco títulos mundiales, ni los compré en una juguetería.” En cambio Lady Di adquirió el título de princesa por casarse con un príncipe.
Locomotora habita su cuerpo al entrenarse y competir; Lady Di huyó de sí misma comiendo y vomitando para cumplir con la norma social de no ser gorda. A las mismas mujeres que consumían las fotos que los paparazzi robaban de la privacidad de la princesa, se les abrían los poros de asombro al ver el look delgado de Diana, como si las revistas fueran papel estampado de regalo para envolver la nada obediente y anodina de sus propias existencias. Miraban el vivir oprimido de otra al mejor modo de terror doméstico-hogareño.
Las inconfundibles mujeres místico/soñadoras que ya analizó Simone de Beauvoir en El segundo sexo, creaban su propio monstruo con el cuerpo muerto de Lady Di. Ella termina reconstruida en la prensa por la prensa, al estilo Mary W. Shelley erigiendo literariamente a Víctor Frankenstein, quien crea un ser a partir de cadáveres. Como diría Esther Cross en relación a la autora londinense y su “silencio cadavérico”, así se anuncia Lady Di: una muerta en vida sin voz.
Lx poetx feminista Alejandre escribió en su cuenta de Twitter: “Ya no hay dios, hay realeza; ya no hay realeza, hay famosxs; ya no hay famosxs, hay exposición en Facebook e Instagram.”
¿Y dónde están los hombres hétero-cis? En las obras de Jazmín Giordano brillan literalmente por su ausencia entre tules, strass, rosa Dior y chicle, rosa-rosa, fucsia y un chillón dorado. En una obra anterior, sólo puede verse un hombre trans o una drag king (la propia artista) pero están implícitos, como el dios masculino en el arte renacentista y las mujeres con la mirada perdida hacia lo alto.
El uso del autorretrato por parte de Jazmín Giordano podría hacernos pensar en Cindy Sherman como protagonista crítica de lo que fotopermancea. Sobre todo la serie de mujeres ricas ultra maquilladas de Society Portraits (2008). Pero Jazmín Giordano no es tan oscura: es saturada, ostentosa, excesiva y repetitiva/reiterativa, con una postura óptica de tarjeta musical representando, como Sherman, estereotipos femeninos donde el aparente buen gusto (de hun elado) no es barroco/alegre-anímico al modo Iris Apfel, sino delirio femenino que se vende como normalidad en los 90´s.
Las máscaras logradas a través del maquillaje por Cindy Sherman y de la pintura e instalaciones por Jazmín Giordano, dejan visible el patetismo de una mujer que sonríe mientras la aguijonean sin detener la mueca muestra dientes. Como Lady Di sonriendo en un centro de esquí con la misma boca que horas antes vomitó lo devorado, congelada por el frío y rodeada por la pureza de la nieve aria. Sin embargo, esas mujeres ricas de Sherman como Lady Di, están sumergidas en un pantano al igual que la vaca moribunda en la película La ciénaga (2001) de Lucrecia Martel.
Jazmín Giordano, al retomar a María Julia y Zulemita Menem revuelve estómagos porque el lado pop de ambas no es el de la fallecida vedette Cris Miró o alguna otra colega como María Fernanda Callejón o Panam, ellas en realidad son sólo personas honestas y trabajadoras. La elección de personajes pop funestos por parte de la artista tiene más que ver con un guiño a la corrupción política. El caso de María Julia y Zulemita tomadas por Giordano señala que tal nivel de impunidad provoca carcajeo/memes.
Por otro lado, el lado crítico de la obra se pone en jaque cuando entra en juego el mercado de arte, o sea, el dinero. María Julia, Zulemita y Lady Di son el tipo de personas con poder adquisitivo como para comprar obras de arte y resguardarlas dentro de sus propiedades. Es un orgullo para los artistas vender obra pero, ¿quién las compra? Entonces la telenovela pop decadente deja entrar a escena a los mismos artistas que la cuestionan.
Un buen modo de criticar es banalizar para, en verdad, no criticar. Por ejemplo, el filósofo chino Sun Guo dice en su libro paradigmático El agua blanca (1995), que desde el punto de vista de la patologización de lo político-kitsch por medio de la propaganda lingüística que en otra época tuvo un recorrido glamoroso y gigantesco, el presente del presente deja todo reducido a un análisis sanguíneo incómodo en la escalera mecánica de un shopping.
Lo aspiracional está en la obra de Jazmín Giordano no sólo en los personajes que toca sino y sobre todo, por los que miran. A quienes verdaderamente observa con lupa son los espectadores, poniéndolos frente al espejo de lo que ambicionan o permitieron que existiera.
La instalación de Jazmín Giordano (con el inquietante apellido pop del peluquero mediático Roberto Giordano) podría haberse llamado como la muestra de Maurizio Cattelan en la Tate Modern de Londres, 2009: Vida-pop: arte en un mundo material.
La favorita es una obra política explícita de Jazmín Giordano, entonces es válido preguntarse: ¿Ai Weiwei puede vender obra luego de ser crítico con el régimen chino, al igual que Banksy con la institución del arte y no por el dinero en sí? Pero el punto de vista de Jazmín Giordano que hace hincapié en el lado pop de la democracia mostrada por las desfavorables Menem-Alsogaray y la monarquía, por parte de Lady Di que nunca gobernó, solo hizo caridad como cualquier señora neobillonaria, es un punto visual de vaso medio lleno de champagne con una porción de pizza mordida como segmento del sinsentido latinoamericano.
La obra de Jazmín Giordano tiene que leerse dentro del contexto político y social que critica al poner en primer plano a sus protagonistas. ¿No es más pop el que consume pop que el que hace pop?
Con esta obra en particular, Jazmín Giordano se arriesga a ser considerada una artista comprometida, feminista y crítica o una artista frívola-banal. Es un gran riesgo de su parte.
Carl Jung dijo: “Un zapato que se adapta a una persona, puede quedar mal en otra.” Ese es el peligro del pop: sonar superficial. Sin embargo, la frase del psiquiatra suizo se completa con otra oración: “No existe una receta para vivir que se adapte a todos.” En la explicación de una idea aparentemente obvia, resuena la elocuencia o la inteligencia. En La favorita no está presente la explicación o conclusión de una frase supuesta como fácil y en esa barandilla pende la interpretación trivial o profunda de su hacer dependiendo quién juzgue.
Cindy Sherman, por el momento, no ha trabajado a la inversa, o sea, poniendo un organismo humano hecho en cartón, pintura, etcétera, y su rostro real detrás. Ella usa todo el cuerpo. Giordano, por su parte, en esta serie también lo hace con las acciones aeróbicas, pero al incorporar su rostro a los personajes, es más pose de estudiantes secundarios o turistas de cabotaje (los wanna be) que se sacan fotos de recuerdo en lugares preparados para ellos con ese fin.
El terror que puede provocar Giordano con Zulemita, María Julia y Lady Di, también entra como easy canapé en perspectiva, por lo tanto, ingresar a la galería Selvanegra de golpe podría ocasionar un susto. Luego devendría el relax pop. También se podría crear la falsa ilusión de que ya pasó. Lady Di hace muchos años que murió debido a un accidente automovilístico en París; María Julia ya está muerta también por un cáncer de páncreas y Zulemita es una abnegada madre de familia.
La doctora Neelam Vashi estudia la Snapchat Dysmorphia que padecen muchos centennials deseosos y ansiosos por querer parecerse a sí mismos en sus publicaciones de Instagram con filtros, de llevar lo virtual a la realidad para segur así una rueda de irrealidad en el autorretrato/performance patológica. Aquí podría agregar la idea del filósofo italiano Massimo Cacciari, que ya no considera a los individuos que conforman a las masas como líquidos, sino gaseosos. Por un lado, de modo literal debido al exceso de gas consumido y por otro al estado casi incorpóreo otorgado por lo virtual. Como por ejemplo parte del proceso de realización de Jazmín Giordano: foto de María Julia/ pintura de María Julia con el rostro de la artista/ foto de esa pintura en las redes.
Lejos de la desazón, la gracia smoothie de Jazmín Giordano se consume como cóctel de vitaminas para continuar un poco más en estado de espectador crítico y autoanalítico, intrínseco a la praxis vegano/vegetariana que propone el tempo-selfie actual.
Frío, nieve, Zulemita animal-carnal-vampiresa, familia en la nieve, María Julia, plumas, piel humana blanca enrojecida, animales muertos, animales cultivados, buitres y cerdo/sangre-Carrie White.
Lo encantador de La favorita es que todo ocurre al mismo tiempo, al igual que la instalación audiovisual de Julian Rosefeldt, Manifiesto (2015). La construcción se hace sin seguir un hilo argumental. Allí Cate Blanchett interpreta distintos personajes tal como Cindy Sherman en su película de terror Office killer (1997) y Giordano en su video Imperio y las apropiaciones corporales con su rostro.
La obra de Jazmín Giordano es tan kitsch y crítica como la obnubilación antropológica ante muñecas termoplásticas con las se pueden pedir turnos sexuales o los que aman el scat.
En cuanto a elementos ridículos en tierras naturales, podríamos citar la bicicleta fija: ¿una bicicleta que no se mueve? Gastar calorías como un hombre que eyacula en un vasito de plástico para tener un hijo. Una persona circula en auto, no sube escaleras sino por ascensores, un lavarropas lava sus prendas sucias y después se sienta a pedalear en una bicicleta fija.
Otra cuestión grotesca es la repetición: aerobics una y otra vez. Ellos vacacionan en Las Leñas, nosotros también. La revista Gente en invierno muestra cuerpos femeninos en la nieve y en verano en la playa, siempre con poca ropa como si hicieran inmutables 33°. En el siglo pasado, fotos de una chica de 21 años en la nieve; en este siglo, fotos de una chica actual de 21 años en la nieve.
En cuanto al wanna be de la pizza con champagne, que a su vez prototipa como carroña el lado vulgar del menemismo en los 90´s, uno podría decir lo mismo de los ricos que se reúnen a cenar anualmente en el hotel Waldorf-Astoria de Nueva York para comer cucarachas, grillos y tarántulas. Los ricos queriendo vivir experiencias exóticas dentro de su bagaje de elecciones cotidianas y luego algo sencillo al alcance de muchos como lo es el ir de vacaciones a la nieve, en particular donde haya suficiente como para esquiar y no unos pocos centímetros para pobres que pronto vuelven todo barroso, resbaladizo y sucio.
Esta videoinstalación de Jazmín Giordano es impactante por el futuro que deja ver. Contemplamos ese pasado e inmediatamente también su sobrevenir, que es el ahora. Entonces Facebook es como una revista People/Gente donde los protagonistas y generadores de contenido son los propios usuarios que creen ser famosos mostrando fotografías de sus casas, mascotas, lo que están por comer y selfies (es claro que tienen poder adquisitivo para comprar un buen celular promedio pero no un buen fotógrafo que diseñe una puesta y los fotografíe en tercera persona). Entonces, Internet como un anfibio, anda entre la fama y el anonimato continuamente. Hoy una imagen de Gente podría valer casi tanto como la de una señora que muestra en las redes lo que cocinó por la tarde o el viaje al Caribe de un anónimo. Pero ambos son wanna be: en Gente venden imágenes para vender otra cosa y que los lectores deseen esa otra vida y no la que tienen; con Facebook también, solo que el usuario es usado ya que no obtiene dinero, aunque tal vez sí ganancias simbólicas, como los artistas que no reciben dinero en metálico con la venta de sus obras y crean contenidos para museos, galerías de arte, etcétera y se sienten conformes con eso.
La instalación de Jazmín Giordano excede la instalación, como una avispa que pica, no un avestruz que esconde la cabeza en su plumaje grisáceo.
Si bien esta muestra es un cementerio porque todo quedó atrás, el wanna be sí sigue vivo, aunque quizá con otros deseos. Lo kitsch-vintage hace de la revisión de lo muerto un cementerio parque donde los epitafios casi no se ven. ¿Qué hay debajo de esa cosa aparentemente apacible, serena e inocente? El papelón ciudadano.
Las imágenes de Zulemita y María Julia traen consigo al ex presidente Menem, su mandato y contexto. Como en la nouvelle de César Aira recientemente editada, La cuestión, donde hay un planteo que genera cosquilleo: pone sobre la mesa que en Argentina no podría existir la monarquía. No es casual que Jazmín Giordano aproxime personajes de la democracia, la monarquía y de aparente éxito adquisitivo social.
El protagonista pone el ejemplo de Evita y Perón: si la fórmula Perón-Perón hubiera sido llevada adelante, ¿qué diferencia habría con la monarquía si es un matrimonio el que gobierna? Entonces uno de los dos tiene que morir, en ese caso Evita. Cuando Perón gana con Isabelita, muere él.
El delirio argumental continúa cuando analiza que si bien Cristina Fernández y Néstor Kirchner no se presentaron al unísono, también se podía percibir la situación como monárquica. Entonces murió él. Pero ella, durante su gobierno, siguió llamándose Cristina Kirchner, no usaba el viuda de, por lo tanto era como si continuara casada y por eso tuvo problemas de salud. Según el protagonista del libro, el modo saludable de nombrarla es Cristina Fernández.
Después habla de las similitudes entre Máxima Zorreguieta, Máximo Kirchner y Máximo Menem. Que una reina y herederos políticos compartan ese nombre no deja de ser llamativo incluso en un libro de ficción.
En la nouvelle, César Aira propone más observaciones trastornadas, como siempre en sus textos: cuando Máxima y Guillermo Alejandro de los Países Bajos asumieron como reyes el 30 de abril de 2013, el hermano de él, Friso, ya estaba en coma por el accidente que tuvo en un centro de esquí el 17 de febrero de 2012 e Inés Zorreguieta, hermana de la reina, se suicidó este 2018.
En la novela se plantea que de las tres herederas a la corona de Holanda, una será reina (Amalia), otra padecerá una tragedia (Alexia) y otra será libre (Ariane).
Por eso mismo, la nouvelle genera una elipsis, como un alfil en una jugada crucial de ajedrez cuando se habita la instalación/insistencia La favorita. Personajes con un sinfín de retrogradismos insensatos y la noción enorme de un quantum pop-kitsch-vintage puestos en una tiara de fantasía o de diamantes por Jazmín Giordano.
Texto: Charlotte von Mess
Traducción: Ignacio Havre
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